PASEOS POR BIBLIOTECAS DEL MUNDO: La Biblioteca Nacional de Austria

Cada biblioteca tiene su historia, cada una ofrece al visitante su carga de emociones nuevas.

 La de Viena, la antigua Hofbibliothek, asombra por su incomparable esplendor. La Josefplatz, austera plaza adoquinada, está rodeada en tres de sus lados por altos edificios que pertenecen al inmenso palacio del Hofburg: el convento de los Agustinos y la imponente y poco atractiva masa de la Biblioteca Nacional.

Su fachada presenta una decoración clásica escasamente vistosa, como difuminada por el encalado que la recubre con uniformidad. Sobre el cuerpo central en saledizo, una enorme y casi amenazadora cuadriga, obra del escultor Lorenzo Matielli, ilustra el triunfo de Minerva (la Sabiduría) sobre la Ignorancia y la Envidia. El visitante penetra en un primer vestíbulo que conduce a una amplia sala, reservada en un principio a la escuela de equitación. Desde ahí una gran escalera dorada con inscripciones antiguas procedentes de las provincias meridionales del Imperio, sube a la Prunksaal, la sala principal. Quizá la sala Labrouste de la Biblioteca Nacional de París, en la rue de Richelieu, sea más grande., y la del Museo Británico más sorprendente por su círculo perfecto, pero la Prunksaal, con su esplendor de catedral barroca, es la más importante de las salas de biblioteca de Europa.

La familia imperial de los Habsburgo, desde mediados del siglo XIV llevaban mucho tiempo coleccionando manuscritos y libros de calidad. Esta expresión del amor a los libros, se expresó claramente durante el reinado del emperador MaximilianoI, quien enriqueció la Biblioteca de la Casa Imperial a partir de la dote de su esposa María de Borgoña y el legado del gran bibliófilo, el cardenal Bessarion.

El crecimiento de volúmenes procedentes de impresores y monasterios de todo el Imperio fue tal, que en el año 1575, el Emperador nombró al célebre Blotius como su Bibliotecario Imperial.

<<Dios mío, en qué estado se hallaba la biblioteca… ¡Todo parecía tan mal dispuesto, tan sucio, los insectos y gusanos lo habían estropeado todo y las salas estaban cubiertas de telarañas!>>.

En unos pocos años puso orden en las fastuosas colecciones que se enriquecían sin cesar, quejándose amargamente de la falta de consideración de los lectores que se llevaban libros en préstamo y no los devolvían nunca. Sólo entre 1711 y 1740 los Habsburgo se tomaron en serio el destino de la biblioteca de un Estado que se había transformado en una de las mayores potencias mundiales. El proyecto que desarrolló el emperador Leopoldo hacia 1681 y que quedó aplazado por el segundo sitio de los Turcos a la capital del Imperio, se recuperó en el siglo XVII de la mano del gran arquitecto de la corte, Johann Bernhard Fischer von Erlach y continuado por su hijo Johann Emmanuel.

La Hofbibliothek, es considerada como la gran biblioteca civil construida en el continente europeo y una obra maestra absoluta de la arquitectura barroca austriaca. Sus dimensiones son las de una catedral, pues la sala mide 77, 7 metros de largo por 14,2 de ancho y 19,6 de alto. En el centro, la nave se dilata para formar una sala ovalada de 29 metros de altura coronada por una cúpula de 29, 2 metros por 18.En las dos entradas de este espacio se alzan dos parejas de columnas de mármol que separan simbólicamente las alas de la Paz y de la Guerra.

La sala cuenta con alrededor de 200.000 volúmenes llenan las estanterías de sus dos pisos, a veces en doble hilera.

El segundo nivel dispone de una amplia galería a la que se accede por cuatro escaleras disimuladas detrás de estanterías y libros. Para alcanzar los estantes más altos, la sala cuenta con escaleras de mano con ruedas en la sala inferior y unas 40 escalerillas rectas en la galería fijas.

El decorado y la arquitectura forman un conjunto de grande y noble armonizaría pese a la variopinta autoría de todos los elementos.

El propio emperador, Carlos VI, recibió un trato particularmente bueno, puesto que está representado como una estatua de Hércules Musageta en el centro de la Prunksaal, rodeado de otros generales, miembros de la familia imperial y otros destacados políticos austriacos. El soberano tenía una visión precisa de lo que debía ser una biblioteca. Describía lo que esperaba de la suya del siguiente modo:

<<que el usuario, sin tener que pagar nada, debe salir de ella enriquecido y volver más a menudo>>

El emperador desconfiaba de los lectores que escribían en los libros, y si bien abría las puestas a todo el mundo, cuidaba mucho de dejar fuera a <<ignorantes, criados, holgazanes, charlatanes y curiosos>>.

En la actualidad, la gran sala de Carlos VI se ha convertido en una modalidad de museo de libros antiguos para estudiosos. Entre sus 200.000 volúmenes destaca el fondo procedente de la biblioteca del príncipe Eugenio de Saboya, sobrino del célebre cardenal Mazarino, que contaba con más de 18.000 volúmenes. Curiosamente este fondo ya realizaba una división temática que se expresaba con un determinado color en las portadas y lomos de las encuadernaciones para su fácil distinción: rojo fuerte para la Historia y Literatura, azul oscuro para la Teología y Derecho, y amarillo para las Ciencias Naturales.

Entre los ejemplares más raros figuran el Atlas Maior del cartógrafo Joan Blaeu (1596-1673), la Tabla de Peutinger, un mapa vial del Imperio Romano del siglo VI, y el fastuoso libro de miniaturas del duque de Anjou: Le livre du coeur d’amour épris.

 

Rebautizada como Biblioteca Nacional de Austtria en 1918, la Hofbibliothek ha llegado a ser una institución de enorme trascendencia en el Estado. Con sus 6,5 millones de libros, 7866 incunables y 65.821 manuscritos, poco a poco va fagocitando el palacio de Hofburg, extendiéndose sus dependencias a múltiples edificios adyacentes. En 1992, se inauguraron unas nuevas instalacones subterráneas previstas para 4 millones de volúmenes suplementarios.

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